Al día
siguiente me dieron el alta, por fin y mi madre vino a recogerme. Apenas nos
dirigimos la palabra en todo el viaje hasta casa.
-Mamá, ¿sigues enfadada? –pregunté para
romper el hielo.
-¿Tú qué crees?
-Que sí. –respondí tímidamente.
-Pues eso.
-Y, ¿por qué?
-¿Por qué? ¿De verdad te agradaría
perder a tu hija? Nunca lo sabrás porque nunca tendrás una, porque no vas a
salir de esta si decides adentrarte en el bosque. ¿Sabes lo duro que es perder
una hija? –mi madre empezó a llorar- Antes de ti, tuve una hija, por desgracia
unos ladrones la atracaron y la hirieron, cuando llegó al hospital ya se había
muerto. Sólo tenía 20 años. ¡20 años! –sollozó.- Pero nunca lo entenderás, si
no sabes apreciar el verdadero valor de la vida.
-¿No lo entiendes? Es mi mejor amiga,
he estado con ella desde que nací y no la quiero perder. De todas formas,
moriremos por la invasión de los humanos, qué más da hacerlo un poco antes, si
la muerte es nuestro destino.
-¡No es nuestro destino! Es el destino
de los humanos.
-Nunca se sabe quién ganará.
-No…no podemos morir. Los buenos no
pueden morir…tienen que ser los malos. –mi madre estaba totalmente abatida.
-Aquí no hay buenos ni malos. Es una guerra.
Será mejor que estemos preparados. Pero yo no me voy a ver involucrada en la
lucha. Voy a irme a buscar a Sabina y si muero adelantaré mi destino, pero
moriré de todas formas, así que me da igual.
-¿Es que no tienes miedo?
-¿Miedo de qué?
-Miedo de morir, de no volver a ver a
tu familia, ni a tus amigos, ni a Sabina. Miedo de no poder volver a esquiar
nunca más, miedo de dejar la vida y de que tu corazón no vuelva a latir.
-Así no tendré más problemas. Todo eso
desaparecerá y ya no volveré a sentir nada de tristeza ni preocupación. –llegamos
por fin a casa y nada más entrar me fui directa a la habitación a prepararlo
todo. Dejé una nota por si acaso que decía esto:
“Me voy a rescatar a Sabina. Sé que
puede que muera en el intento, pero no me rendiré. Sabina no merece esto.”
Antes de acostarme, me percaté de que
una estrella fugaz pasó velozmente, la vi por la ventana y deseé:
-Ojalá Sabina siga viva, sólo espero que
no sea demasiado tarde cuando haya llegado, si es que llego.
Esa noche me escapé.