jueves, 3 de julio de 2014

Capítulo 7

Las vistas desde mi burbuja eran maravillosas. A una altura de 50 metros sobre el suelo, la burbuja se balanceaba y avanzaba lentamente sobre el aire. Ya estaba sobrevolando el bosque y no veía nada fuera de lo normal. Veía algunas sombras sigilosas y rápidas, apenas perceptibles, nada de aves sobrevolando el cielo, sólo pequeños mamíferos y algunas panteras, animales que nunca había visto pero que tampoco podía contemplar muy detenidamente debido a la distancia que me separaba del suelo. Esos animales los reconocía porque los había estudiado, había algunos animales que no sabía lo que eran porque no los había estudiado. De alguna manera, agradecía no estar al alcance de esos devoradores. Estaba a salvo. Mis ojos llevaban ya un buen rato escudriñando las profundidades del bosque; los árboles me dificultaban la tarea pero mi vista llegaba a límites insospechados, era una de las cualidades que teníamos desarrolladas para poder sobrevivir.
         Podría haber llevado fácilmente unas dos horas y no obtenía resultado, pero no tenía reloj, así que la luna era la única que me podría decir el tiempo que llevaba allí. Tenía sueño, mucho sueño, mis ojos se estaban cansando, pero mi corazón era muy testarudo y quería encontrar a Sabina, por otra parte, mi cerebro decía que estar allí era muy peligroso y que tendría que irme antes de que me pillaran. Cuando apenas quedaba media hora para el amanecer decidí abandonar. Llegué muerta de sueño a mi casa, me colé desde la ventana de mi cuarto, rompí la nota y la tiré a la papelera y me dejé caer sobre la cama. En apenas unos segundos ya estaba dormida.

         Me despertó una mano que me agitaba y me susurraba:
         -Cariño, despierta, ¿te pasa algo? ¿Has dormido bien? –me desperecé como pude y pregunté:
         -¿Qué pasa?
         -Es muy tarde, tu padre, tu hermano y yo estamos a punto de comer y tú aún no has desayunado. Venga, cielo, no sé por qué tienes tanto sueño si ayer te acostaste pronto. –La parte de que tenía sueño era totalmente cierta, estaba muerta de sueño, apenas me podía sostener, pero la parte de que me había acostado pronto…no era realmente cierto. Me había acostado pronto pero no me había dormido hasta el amanecer debido a mi escapada que había fracasado. Parece ser que esto de buscar a la gente no se me daba bien.
         -Ay, mamá, es que he tenido pesadillas.
         -¿Qué clase de pesadillas? –tuve que improvisar para cubrir la mentira. Nos sentamos a desayunar y yo estaba con cara de zombi.
         -Pues soñé que los humanos nos invadían, que lo arrasaban todo y que mataban a Sabina delante de mí…-empecé a llorar, intentando que todo pareciera creíble, aunque el hecho de que Sabina estuviese desaparecida hacía que mis lágrimas cayeran a borbotones. Mi madre me abrazó y dijo:
         -Oh, cariño, eso no se puede cambiar, pero no te preocupes todo saldrá bien…todo saldrá bien…-susurró más para convencerse a ella misma que a mí. Mi hermano y mi padre nos miraban compasivamente y decidí que tenía que irme a mi cuarto.
         -Déjame sola, mamá, tengo que pensar en todo esto.

         -La noto algo rara…-logré oír a mi padre mientras yo me iba.

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