miércoles, 30 de abril de 2014

Relato corto: "El amor de tu vida"

Érase una vez una niña llamada Daniela que estaba buscando el amor de su vida. Todas las niñas de su clase siempre hablaban de qué chicos les gustaban y se sonrojaban al verles por ese sentimiento llamado Amor. En cambio, ella no sentía nada. Cuando hablaba con los chicos, el corazón no le iba a mil por hora, y no se le sonrojaban las mejillas. Ella no sabía lo que era el amor.
        Daniela era guapa y sin embargo, ella tampoco gustaba a nadie. Era rubia, con los ojos de un tono azulado, normal de altura, no le gustaban demasiado algunos deportes, pero otros la divertían, y tenía 14 años.
        Entonces, cuando ya no aguantó más, cuando se hartó de no poder contestar a la misma pregunta que la formulaban cien veces al día: “¿Qué chico te gusta a ti, Daniela?”, decidió empezar a buscar el amor de su vida. El problema era que no sabía por dónde empezar.
        Después del instituto, se fue a la cafetería a tomar algo y pensar en ello. Al cabo de 15 minutos, un chico apareció en el local y Daniela decidió que ese podría ser su pareja. Le invitó a sentarse y le pidió una coca-cola. Empezaron a hablar pero Daniela podía conversar con el chico sin tartamudear ni saber qué responder, no sentía nada. Decidió irse a casa, abatida y desesperada.
        Empezó a llorar en un callejón oscuro durante unos minutos que le parecieron una eternidad y sin embargo, no podía parar de desahogarse. Cuando se dio cuenta de que era inútil, se dispuso a volver a casa, pero antes de eso, apareció un anciano débil, apoyado sobre su bastón, encorvado, con una gran barba blanca.
        -No vale la pena llorar, hija.
        -Es que…es que no encuentro el amor de mi vida.
        -Eres joven, te queda mucha vida por delante, no te preocupes…
        -Sí, tienes razón. –sollozó, secándose las lágrimas con la manga.

        Y es que ese abuelo le enseñó una lección muy importante. Hoy, Daniela es una mujer felizmente casada, con dos hijas. Y eso es gracias a la última frase que pronunció el anciano: “No busques el amor de tu vida, sólo espérale a que llegue, porque tarde o temprano, vendrá.”

jueves, 24 de abril de 2014

Capítulo 5

Me terminé tres libros más antes de recuperarme del todo y entonces mi madre vino a recogerme y a llevarme a casa. De camino a casa, le pregunté:
         -Mamá, ¿por qué me engañaste?
         -¿Qué? –mi madre fingió despiste.
         -Lo del vídeo…sé que no es actual, ese vídeo me lo mandó hace un año. ¿Qué es lo que realmente pasa con Sabina?
       -Vale, ha llegado el momento, pero espero que no empieces a hacer locuras cuando te lo cuente y tampoco quiero que te enfades.
         -Vale, no diré ni haré nada. –aunque las dos sabíamos que eso iba a ser imposible.
        -Verás, hija, Sabina ha…desaparecido. –me quedé con la boca abierta pero no dije nada, mi madre iba a continuar explicando los datos de su desaparición. –La vieron por última vez unos vecinos. Dijeron que se adentraba en el bosque, -llamábamos bosque al conjunto de árboles cubierto con nieve, allí el suelo no tenía tanta nieve porque se quedaba en las copas de los árboles- y más tarde vimos unas huellas, dos distintas, unas humanas, probablemente de Sabina y otras de un animal un tanto…extraño. –Me enseñó un dibujo que había hecho en un trozo de papel sucio y descubrí que esa huella tenía forma de “U”. –Más tarde las huellas humanas desaparecían y sólo quedaban las de esa extraña criatura, no dejó rastro de sangre ni nada. A no ser que haya salido volando no le veo explicación. Decidimos no volver. Ese bosque tiene demasiados animales peligrosos que te pueden devorar en menos de que digas la palabra socorro. Son mutaciones, fracasos de los experimentos de los humanos. Lo que no sabemos es cómo han llegado hasta aquí…es un misterio indescifrable. Cuando el primero de nuestra raza vino aquí, ya estaban esos misteriosos animales y tuvieron que luchar contra ellos para sobrevivir. Ya te imaginas que no sobrevivieron muchos.
         -¡¿No hicisteis nada para rescatarla?! ¡Se adentra con un ser desconocido en un bosque del que nadie ha sobrevivido y no hacéis nada! Esto es increíble, voy a ir ahora mismo a rescatarla.
         -¡Eh, eh! Recuerda la promesa que me has hecho. Nada de locuras.
         -Esto no es una locura, es ir a rescatar a una amiga.
         -¿Que no es locura? Es suicidarse directamente.
         -Pero no puede ser…tiene que haber alguna forma. ¿No podemos sobrevolar el bosque?
         -Buena idea...
         -Es que sois más tontos, no se os ocurre a los expertos y se me ocurre a mí.
         -Explícame luego cómo aterrizamos.
         -Lo planearemos sobre la marcha.
         -No se puede hacerlo todo sin preverlo.
         -Ains…
         -Mira, hija, no vas a hacer ninguna locura, Sabina ha desaparecido y probablemente haya muerto, olvídate ya de ella, la hemos perdido.
         -¿Que me olvide de ella? ¡Pero, mamá! ¿Es que te crees que es tan fácil? ¿Podrías tú olvidar a papá?
         -Sí.
         -No me lo creo. Mira mamá, en cuanto esté preparada iré, iré a ese bosque, no sé lo que me espera pero estaré preparada, no temo a esos seres, quiero ir a rescatar a Sabina y lo voy a hacer.
         -Mira, ya no sé qué contigo, haz lo que quieras pero que sepas que nadie irá a tu entierro. –Mi madre se fue de la habitación y ya no volvió. Estuve cinco días más leyendo y leyendo hasta que me acabé el libro que me había traído y me aburrí. Me pasaba el día viendo a la gente por la ventana, sus vidas cotidianas, viendo el maravilloso paisaje nevado. Era lo más bello del mundo. Llegué a ver uno doble arcoíris después de una lluvia torrencial y entonces supe que para ser feliz hace falta un poco de tristeza.
         Hice un diario para que si algún día alguien entraba en el bosque y encontraba mi cuerpo descompuesto, viera todas las aventuras y emociones que había vivido. Preparé todo lo necesario para el viaje. En una mochila metí algo de provisiones, agua, un cuchillo para cazar y defenderme si era necesario, algo de ropa y mi diario. Dereck me había enseñado a manejarme con el cuchillo en aquellos tiempos felices en los que yo no había empezado mi carrera y en los que mi hermano no había nacido aún. En esos tiempos sólo éramos amigos pero éramos muy felices, hasta que a Dereck se le ocurrió pedirme salir. Yo no me lo esperaba pero, ¿qué iba a decir? ¿Contestarle que no y romperle el corazón? Sabía que antes o después esto no funcionaría pero no me esperaba que él se cansara de mí. Lo peor es que ya no éramos nada, simplemente unos desconocidos.
         Mientras contemplaba el paisaje por la ventana, una voz sonó desde la puerta:
         -Hola, cariño, siento no haberte visitado antes, estaba ocupado. –No hizo falta darme la vuelta para saber que esa era la voz de mi padre.
         -No hacía falta que te molestases, ya sé que tienes cosas más importantes que hacer, mamá me ha contado en qué trabajas.
         -Mírame y te lo explico. –Mi padre se acercó a la camilla donde estaba tumbada y yo no tuve más remedio que desviar la mirada de la ventana hasta posarla en sus ojos. –Esto es algo más que un trabajo. Esto puede revolucionar nuestro mundo, nuestro planeta, puede cambiarnos. Puedo saber qué es lo que están haciendo los humanos en cada momento y puedo saber si planean invadirnos o no. –Había olvidado ese tema, pero de repente volvió a mi cabeza. Se acercaba la invasión humana.
         -Eso ya me lo ha contado mamá. –fingí despreocupación, pero en realidad tenía miedo, temía encontrarme con un humano y que me matase con una de sus temidas armas de fuego.
         -Sus cohetes están casi terminados y están cargando sus armas y su equipaje.
         -Será fácil ganarles. Podremos imitar sus armas de fuego.
         -No te creas, aquí no hay suficiente material para fabricarlas. Y además, luchar con armas de fuego va contra las normas.
         -¿Importan más las normas que nuestras propias vidas?
        -Las normas sirven para respetar la naturaleza, los humanos forman también parte de la naturaleza.
         -Entonces dejemos que se destruyan ellos mismos.
       -Eso intentamos pero nunca se extinguen del todo. Siempre queda alguna sabandija que puede reproducirse.
         -Si hubiera algún modo de convencerles de que podemos convivir en paz…
         -Imposible.
         -¿Entonces qué vais a hacer?
         -Intentar matarles de forma limpia.
         -Moriríamos todos. Ellos son muy poderosos y numerosos.
         -Habrá que intentarlo. Nunca se sabe… Bueno, hija, te dejo que me tengo que ir al trabajo. Pero te dejaré con compañía. –En ese momento mi hermano apareció tras la puerta. Solté un suspiro y cerré los ojos para serenarme y poder soportar a mi hermano sin alterarme.
         -Hola, mocosa. –me saludó.
       -Hola, mocoso. –le devolví el saludo. –Mi hermano sacó la Nintendo DS y empezó a jugar. Sonreí, eso le mantendría ocupado bastante tiempo, aunque el dichoso ruidito que emitía el aparato no me dejaba estar tranquila. -¿Puedes bajar el volumen?
         -Más quisieras.
         -Bájalo o se lo digo a papá.
         -Papá ya se ha ido.
         -Se lo diré luego y te castigará.
         -No me importa.
         -¿Que no te importa? –Entonces le di una colleja.
         -¡Au!-exclamó- ¿Por qué has hecho eso?
         -Lo siento, a veces me pongo de los nervios, pero bájalo o te doy otro.
         -Está bien.

         Pasamos la tarde entre discusión y discusión hasta que se hizo de noche y mi madre vino a recogerle. Ni siquiera me digirió la palabra ni se dignó a mirarme, estaba muy enfadada. ¿Y qué? Que lo estuviera. No me importaba. Estaba decidida a encontrar a Sabina aunque me jugara la vida en ello. Iría en mi burbuja en busca de algún rastro o pista y si encontraba algo iría a buscarla. Si no encontraba nada, me iría, aunque volvería otro día, no pararía hasta encontrarla 

domingo, 6 de abril de 2014

Capítulo 4

Al día siguiente vi que Sabina se había ido pero mi madre estaba allí, esperando a que me despertara, tenía el ceño fruncido y con cara de preocupación.
         -Hola, cariño, ¿cómo estás? ¿Te sigue doliendo la pierna?
         -No, ya no, gracias a los calmantes. Mamá… ¿a qué viene esa cara? –pregunté casi en un susurro, temiendo que no pudiese aguantar la respuesta.
         -No quiero preocuparte, cielo, cuando te recuperes te lo diré o si no, mejor que no te lo diga porque si no empezarías hacer locuras. –me quedé un momento pensativa, mi madre tenía razón, no sé si aguantaría la respuesta y no sé si podría con tantos problemas, pero la curiosidad me mataba por dentro.
         -Por favor, mamá, dímelo. –en aquel momento no pensaba en las consecuencias que traería ese ruego.
         -¿Seguro que quieres saberlo?
         -Segurísimo. –aunque en realidad no estaba muy segura.
         -Ay, no sé, luego me sentiría culpable si te lo digo.
         -Está bien, hagamos un trato, me lo dirás cuando me recupere.
         -Está bien. –pasamos la tarde hablando de cosas sin mucha importancia, las cosas de la carrera, de las clases, de los chicos guapos…etc. –Me pasé dos días con mi madre, aunque ella sólo podía venir por la mañana, y por la noche antes de que me durmiera. Mi padre no venía, supondría que estaría en su “gran e importante trabajo de investigación”, prefería observar a los estúpidos humanos antes de cuidar de su hija. Lo que más me sorprendió es que Sabina no venía. Al tercer día, se lo pregunté a mi madre y ella respondió:
         -No te preocupes, seguro que está de exámenes y no podrá venir a verte. –el rostro de mi madre se volvió preocupante.
         -Los exámenes nunca se interponen entre mejores amigas.
         -Pero si no puede venir, no puede venir, tienes que entenderlo. –de alguna forma, supe que eso no era del todo verdad. Mi madre tenía el ceño fruncido y evitaba mis miradas.
         -Mira, cielo, da igual, no te obsesiones, ya vendrá cuando pueda.
         -¿No puedo llamarla al menos?
         -No la molestes, estará ocupada.
         -Mamá, voy a ir a su casa a verla.
         -He dicho que no la molestes. –el ambiente se volvió tenso.
         -Tú no sabes qué es lo que ella está haciendo. A lo peor está enferma o le pasa algo.
         -Ains…mira, hacemos un trato: cuando te recuperes vas a verla, pero sólo cuando te recuperes. –le dio énfasis a esas últimas palabras.
         -Vale, mamá, pero es que no sé, estoy preocupada.
         -Tranquila, mira te voy a enseñar un vídeo que me mandó ella. –cerró los ojos para buscar en su mente el vídeo y se comunicó conmigo por medio de telepatía. Unas imágenes pasaron por mi mente. Era Sabina en su habitación, estudiando y diciendo:

         -¡Hola, Cyr! ¿Qué tal? Estoy ocupada estudiando, lo siento, otro día quedamos. –Me quedé un poco más tranquila y mi madre se fue del hospital. Me quedé pensativa mirando a la nada hasta que me di cuenta de que ese vídeo me lo había mandado hacía un año cuando le pregunté a Sabina si podíamos quedar en el parque. “Mi madre me ha engañado. Esto es increíble, ¡mi propia madre me ha engañado!”, pensé y estuve a punto de saltar de la cama e ir directamente a mi casa para regañar a mi madre. Lo pensé mejor y me quedé en la cama leyendo. Cuando me recuperase, puede que mi madre me explicase por fin lo que pasaba con Sabina.